A continuación, se reproduce un artículo de opinión de Maribel Castelló López, vicepresidenta del Consejo de Enfermería de la Comunidad Valenciana, con motivo de la pasada celebración del Día Internacional de la Matrona.
Como cada año en este día, 5 de mayo, se celebra a nivel internacional el ‘Día de la Matrona’, un día que debe servir para visibilizar a este colectivo profesional, especialista en la Salud Sexual y Reproductiva de las Mujeres y, por ende, del cuidado de sus familias. Creo que más allá de que sea un día donde se expresen las reivindicaciones, necesidades del colectivo, y se visibilice su lugar en el Sistema Nacional de Salud, bien es cierto que no hay mayor reconocimiento que el de la gratitud de las mujeres, parejas, a las que atendemos y cuidamos a lo largo de su ciclo vital, fértil o no, gestante o no, donde haya una mujer debería haber una Matrona, de ahí que la Asociación Española de Matronas, hace años, utilizara la frase “PON UNA MATRONA EN TU VIDA”, como resumen de la importancia de la figura profesional en la vida de cualquier mujer.
Como ya comentado, no hay mayor y mejor reconocimiento que el recibido por parte de las mujeres que atendemos y cuidamos, os transcribo esta carta, obviamente omitiendo nombres y lugares, dirigida a cualquiera de nosotras –matronas--, que con vuestro saber estar, ser y hacer, dejáis huellas imborrables en tantas y tantas vidas.
“Eran las tantas de la madrugada, no recuerdo bien la hora, pero sí el día, de un 13 de marzo, cuando Carlos empezó a dar señales de que su tiempo dentro de mí llegaba a su fin. Yo dormía plácidamente pero él estaba impaciente por venir a este mundo. Las contracciones comenzaron de repente, y noté como una explosión dentro de mí seguido de un manantial de líquido que recorría mis piernas. En ese momento no estaba segura si era n sueño, una micción incontrolada o que había “hecho las aguas”. Desperté a Luis, mi pareja, intentando mantener la calma y trasmitirle a él tranquilidad. Era mi segundo hijo, tenía experiencia previa y sabía que debía de ir al hospital, por lo menos eso pensé yo, que aún podía controlar la situación, así que me duché, cogí lo que me había explicado la matrona del centro de salud y nos dirigimos hacia el hospital, tampoco había mucha urgencia porque las aguas, que no dejaban de fluir, eran claras y el hospital estaba a 20 minutos de casa y mi madre se quedaba en casa con mi otro hijo, menos mal.
No sé ni cómo ni por qué, pero en los siguientes 10 minutos las contracciones se aceleraron, y el dolor comenzó a apoderarse de mí, empecé a ponerme nerviosa y sentí que dejaba de ser yo, en el fondo sentí miedo de que pudiera parir por el camino o de que algo no fuera bien, bueno y que me fue imposible mantener la calma y la expresión de “agobio” de Luis, que conducía a una velocidad que sobrepasaba lo permitido. La multa si nos pillaban era lo que menos le preocupaba.
Llegamos a urgencias de maternidad, bastante alterados los dos, la verdad, y dar el SIP y entregar la cartilla de embarazo a la persona de recepción, me miró y al verme algo “apuradilla” me pasó enseguida a la “sala de expectantes” y entonces, un minuto después apareciste tú.
Me sonreíste, me preguntaste mi nombre y tú te presentaste, al principio no escuché muy bien tu nombre, no sé, parece que el dolor mermaba mis sentidos, pero creo que te diste cuenta y te acercaste, me miraste y me dijiste de nuevo como te llamaban, y mirándome a los ojos me dijiste “tranquila, ya estás aquí y yo voy a estar a tu lado, para ayudarte y acompañarte”. ¡Uf! De repente noté que sí, que ya me podía relajar, ya estaba donde debía estar y al poner tus manos sobre las mías, volvía a tomar contacto con la realidad de la situación. No sé cómo lo hiciste la verdad, pero tu seguridad y tu calma fueron un bálsamo para mis contracciones y aunque seguía teniéndolas un poco más intensas, es como si de nuevo tomara yo las riendas. Me explicaste todo lo que ibas a hacer, explorarme y valorar el estado de Carlos, mi hijo, el que tenía prisa por salir, me pediste permiso y me diste tiempo para prepararme, “cuando quieras” te contesté.
Vi tu cara, observé tu expresión y antes de poder preguntarte me dijiste, “bueno (mi nombre) Carlos quiere salir y por lo visto no tardará mucho, tranquila, lo vamos a preparar todo, tu sigue así con tu respiración y Luis que esté a tu lado, verás que todo va a ir genial”. Luis de acercó a mi lado, me tomó de la mano y sus únicas palabras fueron de gran aliento y confianza “Venga cariño, que tú puedes, lo haces muy bien y yo estoy aquí contigo”.
Y así, como si fuéramos un gran equipo súper compenetrado, el descontrol de inicio se convirtió en calma, en confianza y en una especie de poder en mí misma que no dejabas de recordarme, de trasmitirme más bien.
Tras 90 minutos, no lo sé exactamente, Luis me lo recordó, Carlos asomaba su pelo, abundante, por cierto, del que tuve reflejo en ese largo espejo frente a mí. Aún recuerdo tus explicaciones “tienes que soltar el aire por la boca como lo hace la sirena de un barco “uuuuuuu” despacio, Carlos está asomando su cabecita”. Y fue como mágico en dos o tres pujos de “barco”, tenía a Carlos sobre mi vientre, empapado en líquido, pero junto a mi pecho, llorando o gruñendo, no sé muy bien, pero en ese momento daba igual, Luis me abrazó, lo besé, nos miramos y fue suficiente para sentir la felicidad más grande que no necesita de palabras para transmitir.
Tu seguías ahí, con la sonrisa que trasmitía tus ojos, y el respeto de tu silencio, que solo minutos después, y creo que por no romper la magia, dijiste “felicidades pareja, aquí tenéis a vuestro campeón, disfrutarlo”.
Bueno, no quiero extenderme demasiado pero solo me apetecía, transcurrido todo este tiempo y ya con un poco de distancia, darte la gracias, de todo corazón, no sólo por formar parte de ese momento tan feliz en nuestras vidas, sino porque más allá de tus conocimientos y profesionalidad, me sentí como si fueras mi amiga, una persona cercana en la que confiar, sentirme segura y en la que lo hace parecer todo fácil, que sabe SER, ESTAR Y SABER HACER lo adecuado en cada momento, y con la que sentí ese poder que parece que te sale de las entrañas, con el que poder de ser parte de mi propio proceso y no mera espectadora, como lo fui en el anterior.
¡Con esta carta, sirva mi gratitud y reconocimiento a esas profesionales que estáis ahí, en esos momentos tan íntimos y vitales, no sólo de nosotras, sino de nuestra familia, un rotundo GRACIAS!
Bueno, creo que si habéis llegado hasta aquí, no hacen falta más palabras. ¡feliz Día de la Matrona, hoy y cada día, pon una matrona en vuestras vidas!
Maribel Castelló López es vicepresidenta del Consejo de Enfermería de la Comunidad Valenciana (CECOVA)