El Informe Anual del Sistema Nacional de Salud 2023 nos ofrece una visión nítida y multifacética del sistema sanitario español, destacando logros importantes, pero también revelando serios desafíos. Dentro de este complejo ecosistema, las enfermeras continúan siendo una piedra angular que sostiene la atención sanitaria, aunque a menudo en condiciones que no reflejan la verdadera magnitud de su contribución.
A lo largo de los últimos años, hemos visto un aumento considerable, aunque insuficiente en las plantillas de Enfermería, particularmente en hospitales y servicios de Urgencias. Este crecimiento, sin duda, es una respuesta a las crecientes demandas post-pandemia y al envejecimiento de la población. Sin embargo, el incremento en números no siempre se traduce en una mejora en las condiciones laborales o en una distribución justa de los recursos. En los hospitales, las enfermeras se enfrentan a un entorno de alta presión, con largas jornadas laborales que, además de extenuantes, afectan su salud física y mental, sobre todo a partir de cierta edad. Las consecuencias de esto no solo repercuten en su bienestar, sino también en la calidad de los cuidados que pueden ofrecer a sus pacientes.
Pero quizás lo más preocupante no es la presión en los hospitales, sino el estancamiento en la atención primaria, una esfera que necesita desesperadamente más apoyo. En un sistema de salud que predica la prevención como una de sus banderas, no invertir en este primer nivel de atención es contradictorio. Las enfermeras de atención primaria están sobrecargadas, a menudo operando con recursos limitados y equipos reducidos. Este escenario no solo es injusto para ellas, sino que también representa un peligro para los pacientes que podrían evitar complicaciones mayores si se les atendiera adecuadamente desde el inicio, haciendo una realidad el ansiado sueño de la continuidad de los cuidados y evitando con prevención la agudización de procesos crónicos.
A esta situación de desigualdad se le suma un problema estructural más profundo: la distribución geográfica de las enfermeras en España es tremendamente dispar. Mientras que las áreas urbanas pueden contar con más personal sanitario, las zonas rurales y menos desarrolladas ven cómo sus profesionales luchan por mantenerse a flote con recursos escasos. Las enfermeras en estas regiones no solo enfrentan una carga de trabajo desproporcionada, sino que también tienen menos oportunidades para desarrollarse profesionalmente. Este desequilibrio pone en peligro la equidad en el acceso a la atención sanitaria, generando una brecha que se ensancha a medida que las regiones más favorecidas continúan captando talento.
Más allá de la geografía, existe un factor que está profundamente arraigado en la estructura misma de la profesión: la feminización de la Enfermería. Con un 85,5% de mujeres en sus filas, esta profesión enfrenta desafíos únicos que no pueden ignorarse. Las enfermeras son las que suelen cargar con la responsabilidad de equilibrar la vida laboral y personal en un sistema que todavía no ofrece suficientes soluciones para conciliar ambas esferas. Trabajar en turnos rotativos, nocturnos y en fines de semana, muchas veces teniendo que gestionar también las tareas domésticas y familiares tiene, como se ha comentado, un impacto considerable en la salud física y emocional de estas profesionales. La falta de políticas efectivas de conciliación no solo afecta su bienestar, sino que también limita su capacidad de avanzar en su carrera.
Y aquí encontramos otro tema delicado: la precariedad laboral. En una profesión tan vital, es alarmante que muchas enfermeras aún trabajen bajo contratos temporales o precarios. Esto no solo socava su estabilidad personal, sino que también afecta a la continuidad del cuidado que brindan. Sin seguridad laboral, las enfermeras no pueden proyectar un desarrollo a largo plazo, lo que a su vez afecta la capacidad del sistema para retener a los mejores talentos y planificar un futuro más sólido.
En este contexto, la transformación digital emerge como una espada de doble filo. La promesa de la digitalización, con herramientas como la Historia Clínica Digital o la Receta Electrónica Interoperable, trae consigo la posibilidad de mejorar la eficiencia y la coordinación de los cuidados. Sin embargo, también añade una capa de complejidad al día a día de las enfermeras. La carga administrativa asociada a la gestión de múltiples plataformas digitales está quitando tiempo valioso a la atención directa a los usuarios. Además, la necesidad de adquirir nuevas competencias digitales en un entorno de trabajo ya de por sí exigente, añade presión adicional sobre profesionales que ya están al límite. La digitalización, aunque inevitable y necesaria, requiere una implementación cuidadosa, asegurando que las enfermeras cuenten con la formación y el apoyo técnico necesario para no ser desbordadas por estas nuevas herramientas.
Por último, pero no menos importante, está el tema de la financiación. Aunque el informe refleja un aumento en el gasto sanitario público, la mayor parte de esos recursos sigue destinándose a la atención curativa y hospitalaria. La Atención Primaria, que debería ser el cimiento de un sistema de salud sólido, sigue recibiendo una porción limitada del presupuesto. Esta descompensación no solo afecta a la calidad del servicio, sino que también disminuye el impacto que las enfermeras pueden tener en la prevención de enfermedades y en la promoción de la salud. La inversión en la prevención es una inversión en el futuro, y las enfermeras son quienes están mejor posicionadas para liderar este cambio.
El informe también subraya la importancia de la formación continuada para las enfermeras. Sin embargo, sigue existiendo una desigualdad en el acceso a estos programas de formación, lo que genera una brecha entre las enfermeras que pueden continuar desarrollándose profesionalmente y aquellas que se ven limitadas por la falta de recursos o de tiempo. Si el sistema quiere avanzar hacia una atención más efectiva y eficiente, necesita proporcionar a sus enfermeras las herramientas y oportunidades para mantenerse al día con los avances en su campo.
En definitiva, las enfermeras no solo son la columna vertebral del sistema de salud; son líderes innatos en los cuidados de la salud, aunque a menudo no se les reconozca ni se les compense adecuadamente por ello. Para asegurar un futuro sostenible en el sistema sanitario, es esencial que se les dé el lugar que merecen. No basta con aumentar sus números, se debe garantizar que las enfermeras tengan condiciones laborales dignas, acceso equitativo a la formación y oportunidades reales de liderazgo. Solo entonces podremos contar con un sistema de salud que no solo cure enfermedades, sino que prevenga, eduque y cuide con la humanidad que solo las enfermeras saben brindar.
Este es un llamado a la acción para los responsables de las políticas sanitarias: valoren a las enfermeras no solo por la cantidad de pacientes que pueden atender, sino por la calidad y la profundidad de los cuidados que ofrecen. El liderazgo enfermero es un recurso invaluable que, bien apoyado, puede transformar el sistema de salud español en un modelo de equidad y eficiencia.
Juan José Tirado
Presidente CECOVA